Los meandros del Guadalquivir en
Villanueva de la Reina (Andalucía) tienen unas características ambientales especiales. En
uno de ellos, junto a la antigua ermita de Santa Potenciana, se han sucedido
una extraordinaria cantidad de fenómenos antropológicos.
En los procesos orgánicos de los humanos
se producen unas sustancias, denominadas radicales libres, que son muy
peligrosas para la salud al provocar una serie de alteraciones tales como envejecimiento
precoz, depresión, alergias, cardiopatías y, lo más peligroso, cáncer.
En estos procesos naturales
aparecen, también, unos “exaltadores del mal” o elementos perniciosos, y unos
“correctores” o elementos buenos que se conocen como antioxidantes. Entre los primeros
se encuentran: grasas saturadas, contaminación, radiaciones, determinadas
sustancias químicas, drogas, etc, y entre los segundos están algunas vitaminas,
resveratrol (en el vino), selenio (en el pulpo), flavonoides (en la granada),
etc.
Para suerte del hombre, dentro
del grupo de los elementos defensores de la salud existen, además de los
citados anteriormente, unos iones “buenos” cuya presencia está en el ambiente, aunque
no todos los ambientes tienen igual cantidad de ellos –en el interior de una
casa su concentración es de unos 100/cm3, mientras que a la orilla
de un río se contabilizan unos 70.000/cm3–
Es cierto que nuestros
abuelos experimentaban que a la orilla
de un río, en una montaña, dentro de un bosque, se tiene una sensación de bienestar;
ahora conocemos, científicamente, las razones que mejor pueden explicar el
fenómeno.
En el curso medio del
Guadalquivir, por Villanueva de la Reina, el río traza una serie de meandros por
los cuales la corriente discurre rapidísima o remansada, y donde aparecen zonas
de sedimentación llenas de una vegetación lujuriante. En uno de estos lugares
está el Batán de Santa Potenciana, un espacio que hoy podemos asegurar, con
argumentos de la física, que ayuda a curar las enfermedades del cuerpo y del
alma, y donde a lo mejor no es por casualidad que, desde hace más de veinte
siglos, aquí se han sucedido extraordinarios fenómenos antropológicos.
En mitad del Guadalquivir, frente
a la antigua ermita de Santa Potenciana, existe un batán que ha desafiado la
corriente del río durante cientos de años. Encastrada en sus paredes, una
lápida proclama que en sus inmediaciones estaba Iliturgi, afirmación que coincide con el lugar que señala Antonino para esa ciudad en el itinerario romano entre
Córdoba y Cástulo.
Texto e imágenes de José Del
Moral De la Vega
Esto si que mola.
ResponderEliminar¡Es que la naturaleza, amigo Antonio, sí que es generosa, y no los políticos salvapatrias que nos está tocando sufrir!
ResponderEliminar¿Podrías tu calcular el grado de felicidad que nos producía recorrer, río abajo, esos parajes casi celestiales?
ahora comprendo un poco lo de mis alergias, es que quizá aquí hay menos de esos iones buenos, vaya, aprendemos algo nuevo todos los días.
ResponderEliminarSaludos José.
Pues si no quieres tener problemas lo tienes fácil, tomas a tu familia y te vienes una temporada. A lo mejor se te quita la alergía para siempre. Saludos
ResponderEliminarHola, José:
ResponderEliminarAhora entiendo la sensación de bienestar que me abraza cuando bajo a mi pueblo y me voy a caminar por la orilla del río.
La naturaleza es muy sabia y generosa.
Un abrazo.
Es cierto, Rafael. A veces ignoramos que la experiencia es la madre de la ciencia, y lo que descubrimos empíricamente es inexcusablemente cierto; detrás viene la ciencia, pero es para matizarlo y corroborarlo.
ResponderEliminarUn abrazo