No hace mucho, la ciencia ha
hecho unos descubrimientos que se han sistematizado en una disciplina
–Epigenética– cuyos conocimientos y utilidad van a ser extraordinarios para el
progreso de la Humanidad.
La foto que acompaña a este post tiene
un gran simbolismo. A la izquierda aparece una niña de tres años con una
sonrisa encantadora. A la derecha, la
mano de esa niña, casi cien años después, tiene cogida la de una nieta suya.
Esa imagen es una metáfora perfecta de la trasmisión
que cualquier persona hace de sus vivencias.
La vida de esa niña –nació en Argentina
(1915) y falleció en un pueblecito de Andalucía– estuvo marcada por numerosos
acontecimientos trágicos: la ruina económica de sus padres, asesinatos de familiares
y, como colofón, la miseria diaria de una posguerra muy larga en la que hasta
el pan estaba racionado.
Las desgracias que sufrió esa
joven podían justificar que tuviera sentimientos de odio, cólera,
resentimiento, venganza, etc., pero, muy al contrario, lo que realmente desarrolló
fueron valores estoicos y evangélicos: humildad,
olvido de agravios, paciencia, compasión, generosidad, etc. Paralelamente, y
con una voluntad férrea, ella se dedicó a educar a sus hijos para que tuvieran
principios morales, capacidad profesional y autonomía económica.
La imagen que representa la
trayectoria vital de esa persona es una muestra de los cientos de miles de
madres, probablemente millones, que a partir de la década de los cuarenta
lograron que en España, donde existía un ambiente encanallado y miserable, se
construyera otro de convivencia y verdadero progreso. Mucho después, en 1975,
los políticos “oficializaron” un pacto para la convivencia al que hemos llamado
“Transición”, acuerdo que, realmente, fue la maduración final de un proceso que
se empezó a construir treinta años antes y que produjo admiración en todo el mundo.
Ese hecho fue muy bien valorado
por la comunidad internacional, pero su importancia es mucho mayor. Ahora, la
epigenética nos ha demostrado con criterios científicos que el desarrollo de principios
morales y su trasmisión no solo produce valiosos resultados estéticos sino que
ellos se trasmiten de la misma manera que lo hacen el color de los ojos, la
estatura o el temperamento.
¡Qué bien expuestas y qué claras las ideas! Me encanta leer tus posts
ResponderEliminarMuy bien explicado José. La pena es que desde hace unos años, hay algunos, remueven el pasado, por sus intereses.
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