“Un estallido general de risa acogió el final del relato y la señora Magnani, estremeciéndose ante aquel fragor de grosera cristalería rota, levantó el rostro y miró a los presentes con dos ojos gélidos, a la desesperada búsqueda de un rostro serio. No encontraron más que el mío y se posaron en él un instante. Al final de la velada, nos encontramos en la puerta. «Usted no se ha reído en ningún momento con mis palabras −dijo con tono casi de brutal agresividad−. ¿Por qué?» «Pues… Me parecía que no había por qué reírse», respondí un poco molesto. «En efecto, no había en verdad nada −replicó ella mirándome descaradamente−, y me place que no se haya reído. (…)»
(…)
Aquí está tal cual la vi aquella noche, con los negros cabellos desgreñados sobre la frente sin necesidad de peluquero, entre los cuales brillan los ojos negros y tristes dentro de las hondas órbitas. (…) «¿Ha visto que soy una mujer de palabra? −me dice estrechándome la mano−. Ahora veremos si puedo decir otro tanto de usted. ¿Quiere un te?» Y, sin aguardar respuesta, lo pide por teléfono. «Perdón, señora −aventuro tímidamente−, pero no creo haber dado palabra alguna». «Sí, sí −responde sentándose de nuevo y encendiendo un cigarrillo−. No la pronunció, pero me la dio igualmente: la palabra de no encontrar a toda costa “bufo” y “divertido”, o “extraordinario” y “absurdo” todo lo que digo… Y hago. O por lo menos yo lo entendí así, y así es como me gusta seguir entendiéndolo.”
Indro Montanelli. La Magnani. Personajes (1961)
Foto: La actriz Anna Magnani (1969)
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