La sonrisa de los niños que
acompañan a Josh Groban en su canción “You Raise Me Up” es, realmente,
emocionante.
Nuestros sentidos son muy
limitados para captar la realidad de absolutamente todo lo que nos rodea, y lo
que conocemos es un continuo ejercicio de fe: creemos en la gravedad porque
comprobamos sus efectos, pero no la podemos ver, lo mismo sucede con la
electricidad, los átomos, etc. Oímos una canción –la sentimos–, y nos emociona,
pero ¿cuál es la naturaleza de su energía, y de dónde viene? Aceptar uno u otro
origen es un ejercicio de fe.
Es innegable que ahora somos más
rápidos, nuestra vida es más larga y vivimos mejor, pero es incuestionable que
somos menos eficaces con la energía que utilizamos, arrastramos llenos de
dolencias la vida que tenemos de más y hemos cambiado las enfermedades
infecciosas por otras psicopáticas y más dolorosas aún. Confundimos el
bienestar con el “bienser“, y la consecuencia es que en lugar de felicidad tenemos
tristeza o, en el mejor de los casos, aburrimiento –realmente, hemos perdido la
esperanza–
Pero hay veces, como cuando
contemplamos la sonrisa de un niño que, sin saber muy bien por qué, de lo más hondo, súbitamente,
aparece la emoción y, con ella, la esperanza.
Texto original de José Del Moral
De la Vega
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