Contemplar el exterior de la
Sagrada Familia es como leer el Evangelio, pero en relieve
A mis amigos
los profesores de la Universidad de Barcelona, Fernando G. Del Pino y Ana Morton,
que además de organizar un magnífico 8º Congreso Nacional de Entomología, nos
han regalado una visita extraordinaria al templo de la Sagrada Familia.
Por fuera, este templo es una perfecta
catequesis mediante esculturas de personas, plantas, animales y símbolos
encastrados en una inmensa espiral ascendente donde el espectador, al
contemplarlos, va elevando poco a poco su mirada hasta acabar con la vista
dirigida al cielo, lugar de donde viene la luz, verdadero interés de esta obra en
la cual la arquitectura no es más que un instrumento de la mística: la piedra y
la luz tienen una misma esencia porque ambas surgen de un mismo punto.
Por dentro, esta iglesia es más
que un templo. Aquí, Gaudí ha sido capaz de encerrar la luz y jugar con ella y,
como si de una niña se tratara, la engaña y la pone detrás de una columna, la
sube a lo alto, la baja, la comprime, la extiende. En este lugar la luz se
toca, se escucha, te envuelve, te penetra y con ella dentro subes y bajas hasta
quedar como ingrávido y enceguecido, en
una calma en la que, sin saber muy bien por qué, te sientes feliz.
“Yo soy la luz del mundo” dice
Jesús –Juan 8–, y Gaudí, cristiano profundo, nos explica ese texto en clave
física, exégesis evangélica hecha por un arquitecto genial.
Este templo es la propuesta religiosa
de un arquitecto laico para que cualquier hombre, creyente o agnóstico, pueda alcanzar
la espiritualidad –¿podría ser este templo un ejemplo de cómo debería ser la doctrina
cristiana para el siglo XXI?–.
En el interior de la Sagrada
Familia la luz aparece con tanta consistencia como la piedra y ambas crean un espacio que sorprende y
emociona.
Esta pieza musical de Morricone,
bellísima, podría ser adecuada para aproximarse a la proclamación de fe que nos
ha dejado Gaudí con su arquitectura.
Texto y figuras originales de
José Del Moral De la Vega
Bonitas palabras Don José del Moral, cuanta pasión hay siempre en sus palabras.
ResponderEliminarEstoy descubriendo poco a poco su blog y es excelente; espero que continúe publicando entradas con tanto entusiasmo como hasta ahora.
Felicidades.
Javier.
Muchas gracias, Javier. Mi intención es compartir lo que tengo.
ResponderEliminarUn abrazo
Es de una belleza extraordinaria, se sobrecoge uno solamente con mirar las fotografías e imaginarse estar allá.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto,amigo Rafael. Alcanzar en este templo la espiritualidad es muy fácil.
ResponderEliminarUn abrazo