La
arquitectura renacentista, como una manifestación más de la lógica que todo lo
impregnaba, es simetría, y hasta las sombras de los elementos parecen estar
calculadas con plomada, cartabón y escuadra. Pasear por las calles de Úbeda y
contemplar sus edificios es como sumergirse en aquel formidable ímpetu que
caracterizó la adolescencia de nuestra cultura.
Occidente
está sumido en un gran pesimismo por la crisis, más que económica, de pérdida
de confianza en las instituciones, de falta de claridad en los objetivos de
desarrollo y de inversión de muchos principio morales.
Hasta la
Edad media, el hombre vivió unido a Dios por el cordón umbilical de la fe, y toda
su actividad estuvo proyectada a la otra vida. Los quehaceres diarios, como el trabajo, el comercio o la
política solo servían para sobrevivir, pero no interesaban, y el arte estaba
dirigido a motivos exclusivamente religiosos. Igual que un bebé solo ve la cara
de la madre que le cuida y alimenta, el hombre, hasta el Humanismo, tenía toda
su vida depositada en manos de Dios.
En el siglo
XIII, Santo Tomás descubre que no solo la fe es un instrumento para descubrir a
Dios, también sirve el juicio, y cuando el hombre utiliza la razón y lo busca a
su alrededor se topa con la naturaleza, y su asombro es igual al de un niño que
empieza a andar, se suelta de la madre y se sumerge en el ambiente. A partir de
ese momento, los clérigos, que eran depositarios de la verdad, son sustituidos
por Dante, Petrarca, Bocaccio, etc., que ahora la traen por medio de la
literatura, y de su mano regresan a los griegos y al silogismo aristotélico.
–Dadme un punto
de apoyo y moveré el mundo –había sentenciado Arquímedes. Y los humanistas descubrieron
ese punto de apoyo mágico: la lógica de Aristóteles. Con ella, la observación
de la naturaleza permite expresar los fenómenos mediante fórmulas matemáticas,
y el embrión de la ciencia ya aparece nítido con Galileo (s. XVII).
Desde el
siglo XIII al XVII el hombre experimenta una profunda metamorfosis. Con la fe y
la razón se siente re-nacer, la vida teocéntrica es sustituida por otra
antropocéntrica, y el hombre, que se protegía de la naturaleza cubierto por la sombra
divina, ahora se guía por la proyección de esa sombra en la naturaleza para
llegar a Dios, con lo cual el vivir pasa de cumplir un sistema de normas
(deber), a descubrir los misterios de la naturaleza (ilusión) –parece
incuestionable que la cultura avanza más por la ilusión que por el deber–. Probablemente,
ese momento cultural no haya sido superado por ningún otro en la historia de la
Humanidad.
Desde
Nietzsche y su influenciada Escuela de Frankfurt hasta los movimientos
ecologistas actuales, las más importantes propuestas para el progreso de la
sociedad son enormemente pesimistas, y el resultado de algunas de ellas se
evidencia en la vulgaridad desinhibida e insolente que muestran muchos de los
medios de comunicación.
A la crisis
cultural se añade en estos momentos la económica, y mientras que los políticos
centroeuropeos apuestan por el deber como solución, el pensador Habermas lo
hace por la ilusión, y propone una vuelta al Humanismo, convencido de que si al
final del medievo este condujo a Occidente a su “re-nacimiento”, quizá ahora consiga
la resurrección del estado al que nos ha conducido la modernidad –paradójicamente, regresar es una acción que,
en algunas ocasiones, conduce al progreso–.
De todas las
manifestaciones artísticas del Renacimiento, probablemente sea la arquitectura
la que mejor nos ayude a valorar el pálpito de ese momento, y Úbeda es una de
las ciudades más bellas para bucear en el hondón de aquella cultura. Pasear por
esta ciudad podría ser un camino para recuperar la ilusión perdida.
Texto y figura de José
Del Moral De la Vega
José, te has lucido en tu narración, un excelente recorrido por la historia de los valores sociales de los hombres, la arquitectura solo te ha servido de móvil, un muy buen móvil para reflexionar a cerca de la situación social de nuestros días, creo.
ResponderEliminarSe disfruta pasar por tu espacio siempre.
Saludos.
Me has puesto "colorado", Beatriz. Muchas gracias.
ResponderEliminarSaludos
Hola, José:
ResponderEliminarDesafortunadamente, en algunos aspectos, la humanidad ha evolucionado para mal, y no, para bien.
Un abrazo.
Científica y técnicamente, los avances son incuestionables, pero moralmente hemos retrocedido, y lo peor es que se quiere buscar la solución a los problemas actuales por el camino de la ciencia (economía y sociología), lo que provocará más eficacia, pero no nos sacará del pozo en que nos encontramos.
ResponderEliminarUn abrazo