El nacionalismo es un fenómeno
social aberrante que engrandece a los líderes nacionalistas y “aborrega” al
pueblo que se deja engañar.
Todo aquel que opine que el hecho inevitable y trivial de
haber nacido en un determinado país y de pertenecer a tal raza es un privilegio
singular y un talismán suficiente, no puede ser calificado de otra manera que
de mental y moralmente tonto.
Borges
Actualmente, el
nacionalismo en Cataluña es una cuestión que divide a sus habitantes y crea desasosiego,
sensación que se extiende al resto de España y exacerba la preocupación
económica que afecta hoy a toda Europa.
Hay muchas personas que
piensan que el nacionalismo es la reacción natural de un pueblo que ha sido sometido
por otro. Esa puede ser una razón que interviene en el fenómeno, aunque la
mayoría de las veces no es la principal, y casi siempre es una razón
“manipulada”.
¿Cuál es la génesis de este
fenómeno y cómo afecta a las personas de aquellos lugares donde se produce?
En la primera mitad del
pasado siglo, el profesor Maslow desentraña las necesidades básicas y comunes a
todos los hombres, entre las cuales se encuentra la de pertenecer a un grupo, a
una cultura: los de un lugar, una religión, un idioma, un folclore… -los míos,
mi tribu-. Y el lugar, la religión, el idioma, el folclore… se convierten en
símbolos que caracterizan a los miembros de la tribu y con los cuales estos se
identifican.
Y así parece ser como el
hombre de cualquier cultura se convierte en un “Homo tribalis” con un subconsciente colectivo, cuyo dogma es: Somos únicos, nuestra cultura es la mejor.
Dogma que, una vez establecido, en caso de conflicto se sitúa por encima de
cualquier código de carácter ético, estético y religioso, y hace que los
individuos que componen la tribu estén fuertemente cohesionados, formando como
un solo ser frente a los individuos de otra tribu, y por lo cual se mitifica el
origen de la tribu, se exaltan los hechos gloriosos y se silencian o se
distorsionan los hechos vergonzosos.
El sentimiento tribal es un
fenómeno antropológico, común a todos los hombres, y por tanto normal, pero si
se exalta, lo que aparece es el nacionalismo.
Desde el siglo XX conocemos
la génesis del nacionalismo y su estructuración en símbolos, y Freud y Jung previnieron
contra el peligro que supone el conocimiento y manejo de estos símbolos de
manera interesada y falaz. El peligro anunciado se produjo. A comienzos del
siglo XX aparecieron líderes políticos –nacionalistas– que manejaron sin
escrúpulos el dogma central de la tribu: “Tu
formas parte de la mejor tribu del planeta”. Hitler les dice a los alemanes: la raza Aria, a la que pertenecéis, es la
raza Herrenvolk –la raza de los señores– y como tal debéis señorear al mundo. Y de forma taumatúrgica, una
gran parte del pueblo más instruido de Europa, en aquel momento, fue capaz de
participar en el crimen más abominable organizado por un Estado.
El nacionalismo, en la
búsqueda obsesiva de su diferenciación con lo próximo, huye del mestizaje y se
instala en la pureza de lo endogámico, y eso, además de aberrante, genera
xenofobia en los de dentro y odio en los de fuera.
En Europa, y particularmente
en España, hay líderes políticos nacionalistas que tratan de conseguir y
mantener el poder convirtiéndose en figuras simbólicas –tótem– de su tribu, a
base de exaltar sus particularismos y encanallar a su pueblo contra un supuesto
enemigo –el vecino–, al que se presenta como un peligro que quiere destruir la
tribu, por lo cual, una de las fullerías
de los gobernantes nacionalistas, en España, es exigir “lo imposible” al
gobierno central; con ello se exaltan los sentimientos tribales y se genera el
odio de las demás Comunidades, fenómeno que se produce actualmente.
Ortega, en el pasado
siglo, y ante el mismo problema, argumentaba que responder a los nacionalistas
con el odio o el desprecio es hacerles el juego, y otorgarles lo que “exigen”
es alimentar lo diferencial que ellos pretenden.
Catalanes y españoles
tienen que aprender a respetar lo que les diferencia y a laborar por lo que les
une, teniendo muy presente que los canallas poderosos siempre estarán detrás de
la exaltación de lo diferencial.
Imagen y texto de José Del Moral De la Vega
Un país, sea cual sea, es un conjunto de regiones, razas, de dialectos, de creencias, de costumbres y tradiciones que conforman la Patria en que nacimos, vivimos y moriremos... Unidos, todo es mejor, la unión hace la fuerza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto, amigo Rafael, pero esa es una enfermedad crónica que tenemos en España, aunque lo resolveremos.
ResponderEliminarUn abrazo
Es un tema crítico ahora con el sistema de globalización, los nacionalistas están aprovechando para exaltar en las masas ese sentimiento tribal de diferenciación, lo has tratado muy bien José.
ResponderEliminarNo es sólo en España que se vive ese fenómeno, sin embargo sí es raro que en un mismo país haya divisiones de nacionalismo como si fuesen países distintos...si vamos a eso, estaríamos de igual entre los estados, en el caso de las repúblicas.
Me uno a tu preocupación porque hoy más que nunca hace falta la unión para vencer las adversidades económicas.
Saludos y un placer leerte.
Es cierto, Beatriz, el nacionalismo es un cáncer de los Estados, que tanto esfuerzo ha costado construir; pero ahora sabemos bastante bien la estrategia que utilizan los nacionalistas y, salvo los ignorantes o los interesados, les va a ser muy difícil conseguir sus objetivos.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, José:
ResponderEliminarGracias por visitarme, que tengas buen día.
Un abrazo.