En Badajoz, las puestas de sol constituyen un espectáculo natural e inigualable, y todas las tardes, siguiendo una liturgia mágica y exacta, los cormoranes las contemplan desde una pajarera del río con esa reverencia natural y elegante que solo muestran las aves.
Las ciudades están hechas por el hombre, y es este el que decide qué es lo que las distingue; pero hay algunas que, como si de un regalo de los dioses se tratara, tienen una cualidad excepcional. Badajoz es una de ellas, y todos los días, al atardecer, se viste de rojo.
Imagen y texto originales de josé del moral de la vega
Como para retocar la creación del hombre, para alagarla y engrandecer el don de la arquitectura humana, la naturaleza le tiende la mano, qué fortuna.
ResponderEliminarSaludos Pepe.
Es cierto, Beatriz, la salud y la fortuna solo las entendemos cuando se pierden, por eso hay que hacer, de vez en cuando, un esfuerzo y reconocerlas. Vivir en esta tierra es una fortuna.
ResponderEliminarQuerido Pepe, las imágenes de atardeceres en Badajoz cautivan al que lo contempla por primera vez. Lentos, luminosos y envolventes.
ResponderEliminarUn abrazo
Luis
Cierto, amigo Luis.La ciudad se hace íntima, entrañable.
ResponderEliminarUn abrazo
Hermosos atardeceres los que disfrutan allá, bella y cautivante imagen que parece una obra impresionista.
ResponderEliminarAbrazos.
Es cierto Rafael, la ciudad se tiñe de colores puros, preferentemente primarios, como los que utilizaron los impresionistas.
ResponderEliminarUn abrazo