Si me preguntaran cuáles son mis escritores favoritos, uno de los primeros que diría sería John Fante. Sus novelas dan la impresión −al menos a mí me la dan− de contener muy poca literatura y mucha verdad. Cada lector tiene sus manías. Para mí, una buena obra literaria es aquella que consigue hacerme olvidar que estoy leyendo una obra literaria. Por la misma razón me gusta lo sencillo y directo de su estilo, que recuerda al de algunos grandes de la novela negra, como Hammett o Chandler, aunque las de Fante no tengan nada que ver con ese género.
Quien se fíe todavía de las recomendaciones de este lector, que pruebe con este libro. Por lo que se ve, los libros ideales para el verano han de tener muchas páginas y conseguir atrapar al lector sin exigir demasiado esfuerzo por su parte. “Al oeste de Roma” lo conforman dos relatos (Mi perro idiota y La orgía), repartidos en doscientas páginas. No es, por tanto, un libro muy extenso. Tampoco es una lectura de puro entretenimiento. Ofrece mucho más que eso. Pero, en cambio, es capaz de enganchar al lector sin exigirle demasiado. Esa condición la cumple, al menos. Aparte, está lleno, como la mayoría de las obras de Fante, de humor, un humor más bien desencantado e irónico, y también de esa luz que uno identifica con la ciudad de los Ángeles, aunque nunca haya estado allí, pero da igual, porque si ha leído a Fante es como si, de alguna manera, hubiera estado allí, pues en esa ciudad, entre los años cuarenta y setenta, transcurren casi todas sus historias. “Al oeste de Roma”, a pesar de su título, es una de ellas.


Diego del Moral Martínez



 

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