Desde la recuperación de la democracia
en España, en la década de los setenta, y hasta hace poco, el PSOE ha sido un
partido de ideología socialdemócrata cuya esencia era buscar la igualdad de los
españoles. Pero desde hace unos años, por razones estratégicas de gobierno,
este partido se ha aliado con otros cuyo objetivo es clasificar a los españoles
con distintas categorías según su localización: de primera, los catalanes y
vascos; de tercera, los andaluces, extremeños y manchegos.
Con esas alianzas y acuerdos, el PSOE ha
cambiado su ideología socialdemócrata por otra populista y, sobre todo, ha
perdido su esencia: la búsqueda de la igualdad de los españoles. Unas razones
que lastran su acción de gobierno, como comprobamos día a día.
Somos muchos los que estamos convencidos
de que, para nuestro progreso, los españoles no podemos prescindir de un
partido socialdemócrata obsesionado con evitar un reparto injusto de la
riqueza, pero el PSOE actual ha perdido esa condición.
La ciencia nos dice que cuando un nicho biológico
se queda vacío, inmediatamente, otra especie ocupa su lugar. El PSOE ha
abandonado sus primitivas señas de identidad y, o se recompone, o es probable
que muy pronto surja otra formación socialdemócrata en España; pero mientras
tanto, y por el bien de los españoles, los dirigentes actuales de este partido
no deberían gobernar España.
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