Las grandes empresas suelen ser
el resultado de al menos tres generaciones sucesivas con el mismo empeño, y eso
es lo que comprobamos ha conseguido la familia Medina, de Villanueva de la
Reina (Andalucía), en lo que respecta a la elaboración de aceite de oliva.
Hace más de cien años, Francisco
Medina Gutiérrez construyó un molino de aceituna en Villanueva. Su sentido de
empresa era tal que, aneja a la almazara, edificó unas casitas para cada uno de
sus molineros –actualmente esa calle se llama Medina–.
Esa actividad fue continuada por
un miembro de la segunda generación, Diego Medina Blanco quien, en los años
cincuenta, no solo aplicó al cultivo del olivo la fitotecnia más avanzada que
recomendaban las escuelas de Ingenieros Agrónomos, sino que transformó la
almazara en una de las más adelantadas de España, con tal sentido de modernidad
que, cuando en el pueblo no sabían lo que era “el agua corriente”, sus
molineros disponían de duchas con agua caliente para asearse una vez finalizada
la jornada de trabajo.
Ahora, dos miembros de la tercera
generación, Cándido e Isabel Medina García, poseen formación de ingeniería, y
sus conocimientos académicos no solo están mejorando el olivar y creando
riqueza en el pueblo, sino que se han dedicado a la elaboración de AOVES con la
intención de colocar sus productos en los mercados internacionales más
distinguidos.
Isabel Medina acaba de presentar el
aceite INVICTO, un producto que por sus cualidades organolépticas y su
presentación parece, más que un alimento, la alhaja más valiosa de una joyería.
Es evidente que la tercera
generación de esta familia está mostrando uno de los caminos que tienen los
empresarios olivareros para crear riqueza y contribuir al progreso del mundo
rural, una actividad que además de su legítimo interés económico muestra un
extraordinario sentido ético.
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