“Y tantas flores bordaba, que en jardín me convertí desde China al Guadalquivir”. Esa es la estrofa que Ángeles Toledano canta en una interpretación magistral junto a una bailaora en el hotel Colón de Sevilla.
Nos
recuerda ese cante a China y el Guadalquivir, el río que nace en Jaén y sobre
el que se construyó el puerto más importante del mundo en el siglo XVI, el
Puerto de Indias. Desde allí viajaban los españoles a Veracruz, luego a
Acapulco y, al final, Manila. 25.000 km sobre dos océanos con un ir de personas
cargadas de entusiasmo desbordante por aventuras, catequesis, riqueza, amor… A
la vuelta, muchas riquezas, y entre ellas dos de los símbolos con los que
entonces se presumía de poder. De México venía la grana con la que los sederos
sevillanos teñían de rojo púrpura las telas que solo usaban los potentados, de
Manila llegaban los mantones que se confeccionaban en China y que eran el sueño
de las mujeres andaluzas.
Ángeles
Toledano canta “Yo traigo flores” y su canto nos lleva a aquel tiempo en el
cual, por el Puerto de Indias, los españoles cruzaban dos océanos y realizaban
el mestizaje humano más fenomenal de la Historia de la Civilización sobre más
de veinte millones de kilómetros cuadrados.
“A
bordar flores salí y tantas flores bordaba que en jardín me convertí” dice el
cante de la Toledano, una metáfora perfecta del jardín –de riqueza y cultura–
que los andaluces son capaces de crear cuando se deciden a desarrollar ideas.
Un
cante, el mantón de Manila como pretexto y algunos versos son uno
de esos regalos sencillos y saciantes que nos hace la cultura, en este caso de
la mano de Ángeles Toledano, cantaora que parece estar cogiendo el testigo de
la excelencia que trae Carmen Linares.
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