Coinciden los psicólogos en la influencia
del silencio sobre el crecimiento del alma.
Dar un paseo con sosiego por el
campo nos descubre lo maravilloso de la realidad que la prisa nos esconde: una
palmera que la zarandea el viento, un perrillo que corre con la lengua fuera
tras su dueño montado en bicicleta, dos pájaros encelados cogidos por el pico,
una florecilla bellísima que se escapó al escardillo del hortelano, los ecos de
las voces de dos que hablan y trabajan...
Andar por el campo en silencio es
un ejercicio de espiritualidad que nos lleva a sentir el dominio de la
humanidad sobre la ecología de la naturaleza.
Pero no todos los campos nos
despiertan los mismos sentimientos. Para los andaluces, hacerlo por los
meandros del Guadalquivir es un regalo inmerecido que nos hace el río.
(Si se pincha en el centro de la imagen esta aumenta de tamaño)
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