Aun cuando esto sea una pantomima, su significado tiene un alcance que
va mucho más allá de los propios intereses del PSOE; va tanto más allá, que es
de las pocas, poquísimas veces en nuestra historia reciente, que una operación
de marketing de partido podría beneficiar a todos los españoles. ¿Y dónde está
el beneficio? En que, con un solo gesto, se ha terminado con décadas de
apropiación de la bandera, −y del mismo término “patriotismo”− por parte de la
Derecha; significa la posibilidad de que desaparezcan al fin los últimos restos
hediondos de ese fraude catastrófico de “las dos Españas”; significa un paso diminuto
hacia el logro − ¿utópico?− del sentido de la colectividad, de la hermandad, que
aquí tanto nos faltan…
Por supuesto, que los principales partidos de Izquierda y Derecha se exhiban
a partir de ahora ante la misma bandera, compitiendo en patriotismo, no deja de
ser una farsa, o más exactamente, un número de esa farsa mayor que empieza con
que dos partidos en decadencia sigan ostentando unas ideologías de las que en
realidad carecen… tanto como de patriotismo. Y eso reduce mucho el efecto ejemplar que este
gesto puede tener en los demás partidos,
especialmente los de izquierda… Pero fuera del juego político, en la realidad
de la sociedad, entre los ciudadanos, quizá esta vez la farsa tenga
consecuencias más beneficiosas de lo que nos pensamos… si ponemos nuestra voluntad
en ello, claro.
Diego del Moral Martínez
Every successful person must have a failure. Do not be afraid to fail because failure is a part of success.
ResponderEliminar¿ Desde cuándo las farsas son convenientes?... aunque con buena intención parece que se rebaja el nivel de entendimiento de los ciudadanos al de un niño pequeño...las medias verdades son igual o peor, incluso, que las mentiras...creo que en este país ya tenemos suficiente formación para entender de que va la política sin que nos la disfracen como en la dictadura...creo que los paternalismos ya están anticuados...y más aún si proceden de los políticos...
ResponderEliminarYo creo que si los ciudadanos no fuéramos tan pueriles –y no escribo “tan niños” porque los niños suelen tener bastante más sentido común del que se les supone−, sabríamos extraer de este “paripé” político lo esencial, lo que nos interesa a nosotros como ciudadanos, no a ellos como políticos, es decir: un respiro en nuestra inveterada costumbre de dividir la historia común, cuando no despedazarla, según los intereses y circunstancias de cada momento, de cada grupo, de cada ambición personal. La bandera española, que hasta ahora ha sido símbolo de la derecha, vuelve a ser −en cierto y modesto sentido, es cierto, pero al menos vuelve a ser− de “casi” todos los españoles. Pero no, ante este hecho positivo –esencialmente positivo aunque nos llegue envuelto en una farsa política−, preferimos refunfuñar, discutir, destacar lo negativo… Lo cual, en este caso concreto, no me parece ni maduro ni lúcido ni crítico; me parece simplemente una nueva muestra de nuestro consuetudinario “cabreo”, de nuestra radical desconfianza y de nuestro mayor miedo: el que nos tomen por idiotas… o por “niños”.
ResponderEliminarHay desgracias que pueden salvarnos de tragedias peores... tal vez de esa farsa surja algo bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.