El Cristo de Orea en la SAFA de
Úbeda es, probablemente, la mejor representación del significado profundo del
cristianismo para el tercer milenio. Toda la escultura, incluso la belleza,
está subordinada a la espiritualidad.
Dice mi amigo Juan Ramón, después
de asistir a un concierto de tema religioso: –En esta época del año abro un
paréntesis para el espíritu. Lo haría incluso si fuese ateo, porque una vez al
año hay que mirarse adentro buscando el propio equilibrio, la desconexión con
la materia, el alimentar a un componente tan esencial de nuestro ser como es el
alma. Evidentemente, son muy sabios los ciclos litúrgicos.
Es incuestionable el valor
artístico de la Semana Santa española y, coincidente con él, el valor
socioeconómico, frutos derivados de unas representaciones que tenían, en un
principio, interés catequético. Pero lo que yo más admiro de esa manifestación artística-religiosa
es la participación del pueblo, una cooperación sacrificada, auténtica,
desinteresada, respetuosa, donde todos colaboran independientemente de su
ideología o clase social –Como si de un milagro se tratara, la Semana Santa
española no ha necesitado de las instrucciones de un concilio para funcionar
con pautas de comportamiento auténticamente cristiano: aquí participan por
igual ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, listos y torpes y,
en el colmo de su profundo cristianismo, hasta creyentes y ateos–
El Papa Francisco ha dicho que
más importante que la religiosidad es la espiritualidad –esa facultad que nos
permite intuir la esencia de las cosas–. Juan de la Cruz sentía a Dios en el
balanceo de las florecillas por el campo y Teresa de Ávila afirmaba que hasta
entre los fogones encontraba a Dios.
El hombre de hoy vive “entretenido”
en futilidades que le impiden “tenerse” a sí mismo, sumergirse en el silencio y
escuchar las voces que vienen de nadie sabe dónde, y que conducen al sosiego.
En esta época del año, como
afirma mi amigo Juan Ramón, es muy bueno abrir un paréntesis para el espíritu.
Los artistas tienen la capacidad
de descubrirnos a los demás cosas que escapan a nuestros sentidos y esta bellísima
composición que hizo Tchaikovsky para la liturgia ortodoxa rusa –Himno de los
Querubines– es un ejemplo de ello. Al escucharla se puede descubrir una
dimensión que no figura en los cánones de la física.
Texto original de josé del moral de la vega
Tienes mucha razón, José, al menos una vez al año es bueno dedicarle tiempo al espíritu, finalmente es lo más importante.
ResponderEliminarQue pasea una Semana Santa en santa paz.
Un abrazo.
Perdón, quise decir que pases una semana en Santa paz.
ResponderEliminarOtro abrazo.
Igualmente, amigo Rafael.
ResponderEliminarUn abrazo