Traje de faralaes diseñado por Inés de la
Fuente en su taller de Villanueva de la Reina y presentado en un pase de
modelos en Sevilla (Foto de Enrique Moya).
El valle del Guadalquivir corresponde a una
depresión que fue mar en el Cenozoico, hace unos 60 millones de años, y cuyos
depósitos marinos originaron el lugar actual que, con el valle del Po en Italia
y las Tierras negras de Ucrania, son considerados los suelos más fértiles del
planeta. A lo largo de este valle, encajado entre las cordilleras Bética y
Penibética, el río no traza una línea recta, sino que en un lugar determinado,
como por capricho, se empereza, y su curso traza curva tras curva formando una
preciosa red de meandros donde a la fertilidad de las arcillas montmorillonitas
se suman los depósitos aluviales que bajan desde las tierras altas de Cazorla y
son la causa de que aquí se produzcan aceites que triunfan en cuantos
certámenes mundiales participan.
A la orilla de ese río, en uno de sus
meandros, está Villanueva de la Reina, un lugar donde lo mágico nace con la
espontaneidad de lo salvaje. Aquí, al sepulcro de santa Potenciana, durante
cientos de años han peregrinado gentes de todos los lugares a tomar tierra para
curarse del mal de ciciones; de este pueblo eran famosas sus brujas, contra las
que la Inquisición de Córdoba tuvo que intervenir; por la iglesia de este lugar
se interesó, en el siglo XIX, la logia templaría Los Doce Apóstoles, en la
creencia de que en ella está oculta la Mesa de Salomón, reliquia que también
buscó por aquí, en aquellos años, el sacerdote de Rennes le Chateau, Berenguer
Sauniere –la inscripción esculpida en un ángel de su fachada es la pista: Terribilis locus iste est–.
Santos, brujas, escritores, artistas…han
salido de este pueblecito sin más razón aparente que “porque sí”. En el siglo
XX, un niño villanovero fue seleccionado por sus facultades pictóricas, y junto
a Dalí compartió talleres hasta su muerte, ocurrida prematuramente. En el mismo
siglo un joven, mientras pastoreaba las cabras de su padre, a escondidas, sin
más universidad que su creatividad y esfuerzo, aprendió electrónica y terminó siendo uno de los
mayores expertos del país, llegando a dirigir los servicios
técnicos de una cadena radiofónica nacional…
Lo fantástico es aquí tan natural como el
río, y en un taller de diseño de modas situado en el pueblo –Modas Inés De la
Fuente– se proyectan ahora los trajes de faralaes con los que, cada año, se visten
y presumen muchas mujeres en las ferias más turísticas de Andalucía, como
Sevilla o Málaga.
¿Qué tipo de fuerza, qué extraña razón es la
que origina que en este pueblo lo extraordinario sea tan natural como el sol
que sale cada día. Un lugar tan mágico que el Guadalquivir, al pasar por él, se
empereza y entretiene haciendo meandros?
Pedro Cantero, en su taller de electrónica
montada por él mismo, a mediados del siglo pasado (Foto cortesía de la Familia Cantero Moya)
Texto original de José Del Moral
De la Vega
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