El anuncio de la lotería de navidad de este año (2014) es mucho más que un anuncio de lotería.
El anuncio de la Lotería de Navidad
de este año de 2014 es mucho más que un anuncio, es un exponente del inmenso
poder de los medios de comunicación para presentar ideas y exaltarlas. En este
caso, el interés inmediato del anuncio es vender lotería, pero lo que realmente
subyace en el mensaje, la almendrilla que descubrimos cuando lo contemplamos es
la felicidad auténtica que se siente cuando, venciendo los instintos egoístas de
nuestro cerebro reptiliano y animaloide, hacemos el bien –en este caso la
generosidad–.
El mensaje de este anuncio es
como un espejo donde se refleja nuestra alma o, quizá mejor, el alma que
querríamos tener. Y al contemplarlo, como si de una descarga eléctrica se
tratara, nos sacude y los ojos se llenan de lágrimas.
No obstante, para mí el anuncio
tiene aún más valor porque la historia es calcada de un caso real que conozco:
hace unos años, un grupo de compañeros de trabajo, en Pamplona, compartían unos
décimos de la lotería de navidad adquiridos por uno de ellos. El primer premio
correspondió al número que llevaban y, al conocer la noticia, todos se juntaron
para celebrarlo; pero cuando al día siguiente fueron a depositar los boletos
premiados en el banco, uno de los compañeros, precisamente el encargado de
adquirirlos, había extraviado el suyo, aunque la realidad era peor, los había
repartido mal y se había quedado sin ninguno. Aquello era una tragedia para él –había
perdido más de 50 millones de pesetas–; pero la desdicha, planteada desde
la bonhomía, se transformó en un hecho maravilloso. Uno de los compañeros
convocó a los que habían cobrado su premio y les planteó: –hay que juntar lo
que hemos ganado, dividirlo entre todos y repartir el premio, de manera que
ninguno de nosotros se quede sin nada.
La propuesta era muy fuerte, tenían
que juntar más de cincuenta millones de pesetas para “regalárselos” a su
compañero; pero la aceptaron –la tragedia, tocada con la varita mágica de la
virtud, se había transformado en un
milagro maravilloso–.
Este relato no es el de un
anuncio de TV, es real y, por ello, emocionante, pero para mí, además, es motivo
de orgullo porque entre aquellos compañeros generosos hay un amigo mío –Antonio
Jiménez Castilla–, uno de los muchos jóvenes que, por los años sesenta del pasado
siglo, tuvieron que emigrar de Villanueva de la Reina (Andalucía) a Pamplona. Y
es que, en mi pueblo, no se hacen anuncios tan bonitos como el de la lotería de
navidad de este año, pero se educan niños para que sean hombres de verdad y, así,
las historias tan lindas y emocionantes que vemos en el cine puedan ser, además, reales.
Texto de josé del moral de la
vega
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