La magnífica escultura realizada
por Miguel Peinado Blanco en Vva de la Reina (Andalucía) para simbolizar la
Constitución de 1978 se superpone sobre las piedras del templo. El resultado es
bellísimo.
Somos cultura y esta se
estructura mediante un sistema de símbolos –nuestro nombre, nuestra lengua, nuestro arte, nuestras recetas
culinarias, nuestro folklore, etc.– Sin ellos no somos nada. Decía Jung: el que
habla con símbolos habla mil lenguas. Por ello, los mayores criminales, antes
que a los hombres matan los símbolos –los nacionalistas están permanentemente
empeñados en destruir los símbolos del Estado contra el que luchan –en nuestro
país: contra la monarquía, la bandera y hasta el mismo nombre (España)–.
En mi pueblo (Vva de la Reina),
un pequeño lugar de Andalucía, existía un monumento en memoria de personas asesinadas
por una de las facciones contendientes en la guerra civil española del 1936.
Evidentemente, era un símbolo de los ganadores, cuya forma de gobierno fue la
dictadura. Alcanzada en España la democracia, la mayoría del pueblo estaba de acuerdo en
destruir ese símbolo, que solo representaba a una parte de las víctimas de una
guerra tan cruel, o bien construir otro para los demás inmolados. Y los socialistas que en esos momentos lideraban
la corporación tuvieron una idea inteligente: cualquier símbolo de la guerra de
1936 es una mirada para atrás, es un recuerdo, para unos o para otros, a la violencia,
la miseria, la venganza… Y se dijeron: cambiemos el monumento de los vencedores
por otro nuevo que exalte la paz, la concordia, el progreso. Sustituyamos el
pasado por el futuro. Utilicemos la historia, no para recrearnos morbosamente
en las heridas, sino para no volver a repetir errores y para diseñar un futuro en
Paz de unos con otros.
El símbolo creado: una mujer –la
fecundidad–, sostiene un ejemplar de la Constitución de 1978 –la concordia– y
de su mano sale una paloma –la paz que vuela al progreso–. Ahora, la sombra de
ese símbolo se superpone sobre las piedras centenarias del templo y, como si de
un milagro se tratara, se funde con su arquitectura; pero mucho más
profundamente que sobre las piedras del templo, ese símbolo de concordia, de paz
y progreso, penetra día a día en el alma de las nuevas generaciones.
Texto e imagen
originales de José Del Moral De la Vega
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