Imagen que cualquiera podría atribuir
a Asturias, Galicia, etc, aunque en realidad es un paisaje de Extremadura
durante este otoño, extraordinariamente seco. Esta dehesa es el fruto de un proyecto
realizado hace treinta años por el ingeniero Francisco Domínguez, todo un
ejemplo de la acción agronómica que sirve para conservar el medio, generar
riqueza, crear puestos de trabajo y permitir la sostenibilidad del mundo rural.
Las necesidades comunes al género humano que nos desveló
Maslow, desde la supervivencia a la trascendencia, las ha alcanzado el hombre
mediante la razón, los sentidos y la voluntad, facultades con las cuales ha creado,
entre otras herramientas, la ciencia y la técnica.
La agronomía es la tecnología que marcó el comienzo de lo que
somos desde hace 11.500 años en la cuenca del Eufrates. Su estructura está
fabricada con principios científicos del campo de la biología, la química, la
física y las matemáticas. Sin ella el hombre estaría en el paleolítico, y
aunque en su desarrollo se han cometido errores, como en cualquier otro ámbito
de la civilización, no se puede dudar de su papel fundamental para el progreso.
Actualmente, existen grupos de opinión que, basándose en esos
errores, pretenden desautorizar a la agronomía, presentándola como generadora
de todos los males de la civilización (cáncer, contaminación ambiental,
inductora del cambio climático, extirpadora de especies, etc.), por lo cual
proponen una serie de técnicas basadas en hipótesis sin contrastar
científicamente que, de ser aplicadas, solo conducirían, en el mejor de los casos,
a una significativa disminución de la producción de alimentos.
La dehesa arbolada es un ejemplo de la acción de la agronomía
sobre el medio, al manejar científicamente la energía radiante, el suelo, las
especies vegetales, el ganado y la maquinaria, y cuyo resultado, en esencia,
es: conservación y equilibrio de las especies autóctonas, incremento de fotosintetatos y mejora del
suelo.
Se puede –se debe– criticar el desarrollo de la agronomía,
como cualquier producto científico; pero negar su valor y pretender sustituirla
por fantasías sin contrastar es, cuando menos, además de un peligro para la
humanidad, un insulto a los que desde Columela se han dedicado a ella inspirados
en el rigor de la ciencia.
El profesor Borlaug, premio nobel y doctor honoris causa por numerosas
universidades, ha conseguido, merced a la agronomía, que países como China,
India, Pakistan, etc., hayan pasado de soportar hambrunas y ser importadores de
trigo, a producir lo necesario e incluso exportar a otras naciones.
Texto e imagen original de José Del Moral De la Vega
Hola, José:
ResponderEliminarLa culpable no es la agronomía, son culpables aquellos avaros que la emplean equivocadamente en busca de su prpio beneficio. Una agronomía concientemente aplicada y ambientalmente sostenible seguirá siendo la base de la civilización actual como de las venideras.
Un abrazo.
Rigurosamente cierto, Rafael.
ResponderEliminarUn abrazo
Quiero trabajar en el corral de ovejas
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