El nacionalismo es,
antropológicamente, el seguidismo de lo tribal basado en lo puramente
reptiliano que duerme en el hombre, en detrimento de lo racional.
A finales del siglo XV, los Reyes
Católicos fundan el primer Estado europeo (Ortega, 1933). Cinco siglos después
se pone la primera piedra de lo que llegará a ser la UE, una unión de países
construidos sobre una cultura común de origen greco-romano y cristiano
(Humanismo), pero que contempla y preserva
las particularidades de las
distintas regiones que integran los Estados que la componen.
Los europeos somos libres de
orientar nuestro destino, pero exaltar las particularidades culturales de las
regiones europeas en detrimento de los valores comunes de la Unión conducirá,
antes o después, a la transformación de numerosas regiones –Cataluña, Vascongadas, Flandes, etc.–
en Estados, de manera que siendo el interés principal de la UE la cohesión de
los pueblos que la componen a fin de ser un potente eje de progreso, con esta deriva, Europa se perderá en particularismos y perderá eficacia en su competición con las otras
zonas de desarrollo mundial.
¿Ganaría con este “experimento”
el pueblo europeo? No es fácil predecirlo, pero quien indudablemente sí ganaría
sería la casta de los políticos, que
tendrían así una magnífica razón para justificar su “dificilísimo” trabajo y,
consecuentemente, los privilegios inherentes a su colaboración; y los políticos nacionalistas, además, serían
considerados unos héroes por sus comunidades, aunque fueran conducidas por
estos a la catástrofe social.
Es muy probable que el tremendo
costo económico de las experiencias nacionalistas en la UE no serán pagadas por los dirigentes que las
promueven, sino por los segmentos más desvalidos de la población.
Texto e imágenes de
José Del Moral De la Vega
Hola, Juan:
ResponderEliminarUn estado legalmente constituido e históricamente reconocido como tal, debe permanecer unido luchando por un ideal común: Progreso y bienestar para sus ciudadanos... La unión hace la fuerza.
Un abrazo.