Si supiéramos valorar realmente lo que nos rodea, los
rebaños de ovejas en Extremadura quizá tendrían otro valor, además del
ganadero.
Caminar detrás de un rebaño de ovejas en la Campiña de
Extremadura, con el calor de un día cualquiera del verano, es una vivencia en
la cual los ruidos, la luz, el polvo del camino… te conducen a ti mismo, primero, y después, mucho más alto.
Texto y figura originales de José Del Moral De la Vega
No lo dudo, querido José.
ResponderEliminarLa vida en el campo, con esa magia que da la sencillez en las cosas, envuelve el alma y la eleva a parajes insospechados, donde la razón de ser y de existir se traducen en mensajes nítidos y bellos gratamente entendibles para el corazón.
La foto que nos compartes es bellísima. Gracias.
Un beso.
Cierto, querida Angélica. Esta imagen, tomada en un día de calor extraordinario, creo que comunica bastante bien el ambiente que nos envolvía. Un beso
ResponderEliminarHola, José:
ResponderEliminarDurante mi niñez, recuerdo, ayudaba a mis abuelos a cuidar los rebaños de ovejas y cabras que ellos tenían allá en el campo.
La fotografía es muy entrañable para mi.
Un abrazo.
Mis abuelos no tenían rebaños, pero yo si tenía un amigo que era cabrero y al que me encantaba acompañar.
ResponderEliminarUn abrazo