LA FÍSICA CUÁNTICA Y LOS DEMONIOS


La Gumersilda me contaba, muy convencida, que el demonio se mete por las rendijas y se esconde en los rincones, y para espantarlo nada mejor que las campanas, y ello, según decía el prior viejo, porque les recordaban los golpes de escudos y espadas de aquella feroz batalla que perdieron contra San Miguel y sus legiones.

A todos aquellos que han colaborado
en la visita del Papa a España
y han demostrado, una vez más, que
este es un país generoso con los visitantes
y respetuoso con las ideas de los otros.


Me contaba la Gumersilda, de quien se decía que estuvo de criada con un judío de Toledo, y de donde volvió al pueblo con la gracia de poner a la gente en contacto con sus muertos, que a lo que más temen los demonios es al toque de campanas, y es por eso que todas las iglesias cristianas tienen un campanario desde donde espantan a los malos espíritus. Y para dar crédito a lo que aseguraba, me decía que los mayores crímenes siempre se realizan de noche, cuando los sacristanes duermen, y los campanarios callan.
Y con esa razón me secreteaba que la causa de tanta atrocidad como se cometió en este pueblo de Vva. de la Reina durante la última guerra, se debió a que al principio de la contienda, alguien tiró las campanas al río. Desde entonces, los demonios señorearon por el lugar entre aquellas buenas gentes que, confundidas, se mataron unos a otros.
Con la ausencia de campanas desaparecieron las cigüeñas que siempre habían vivido en la torre, y un día alguien se dio cuenta de que un enorme pajarraco había ocupado aquel nido. La Gumersilda no tuvo duda alguna: Satanás nos acompaña.
Para resolver aquello se le encomendó al Grajo, un albañil temerario, que subiera allí adonde anidaba “El Enemigo”. Encaramado en todo lo alto, el Grajo encaró la bestia y le arrojó el agua bendita que la Gumersilda le había preparado en una botellica que había sido de jarabe para la tos. Los que presenciaron desde el suelo la operación lo aseguran: Se vio un fogonazo, y un olor a pescado podrido lo impregnó todo.
El Grajo colgó allí mismo un trozo de vía del tren para que hiciera de campana, y a la hora del Ángelus, un monaguillo le dio doce golpes a la viga con una barra de hierro. El sonido llegó a todas las casas, y el vecindario salió a la calle convencido de que un milagro había devuelto las campanas a su lugar.
Me contaba la Gumersilda que, con el tiempo, llegó la paz. Se compraron cuatro hermosas campanas, y a los pocos días volvieron las cigüeñas al lugar.
El cura joven que hay ahora, más partidario de la física que de los ensalmos, no se cree del todo esta historia, pero como es hombre de pensamiento, dice que la duda es el cimiento de la verdad, y “por si acaso”, nada más llegar instaló un sistema eléctrico para tocar las campanas a cada instante: los cuartos, las medias, las enteras, al Ángelus, a las Animas…
Dice mi amigo Luis el Cabrero que nunca podremos saber la certeza de esto que contaba la Gumersilda, pero lo que es innegable es el descubrimiento que surgió poco después de tanto campaneo: al hacer unos remiendos en una capilla sin mucho valor, escondida debajo de ella apareció una iglesia mudéjar de una extraordinaria elegancia, prueba inequívoca de la importancia del demonio que allí se debía ocultar.
Casi todo lo que me ha contado la Gumersilda ha ocurrido de verdad, otra cosa es la razón que ella quería darle a sus historias; aunque ahora, al oír campanas, me siento seguro. –¿Nos desvelará un día la física cuántica que las campanas sirven también para espantar demonios?–


En los pueblos, a las cigüeñas les gusta vivir en lo más alto, junto a las campanas, y ellas son, en nuestra cultura, un símbolo de paz y fertilidad, por eso, en aquellos lugares donde habitan cigüeñas predomina la gente feliz.

Imágenes y texto originales de José Del Moral De la Vega

Comentarios

  1. Este relato me ha puesto la piel "chinita", querido José. Pero te diré que aunque todo lo que -huele- a ultratumba me da escalofrío, tienes una forma de narrar tan especial que, al final, salgo convencida y tranquila de que siempre vence el bien en estas historias tuyas.

    Gracias por tu aportación. Yo también me alegro mucho de que la Jornada Mundial de la Juventud en tu país haya transcurrido en paz. Esperemos que la buena semilla de la fe se esparza por el mundo de la mano y los corazones de tantos jóvenes ávidos de amor y de buena voluntad.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por tu visita, Angélica, y tus halagos; pero es verdad, las historias de mi pueblo terminan bien porque las campanas siempre están tocando.
    La visita del Papa a España también ha concluido muy bien, y la caterva que quería impedirla se ha visto despreciada por la mayoría de este pueblo noble y generoso.
    Un abrazo

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  3. mmm, interesante conexión de ideas Pepe, la leyenda de lo antiguo con las teorías modernas, espectacular..
    Siempre me han gustado las campanas, sus campanarios.

    Saludos.

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  4. Muchas gracias por tu visita, Beatriz.
    Efectivamente, es difícil entender la cultura occidental sin contar con las campanas, y mucho más cuando la cultura es mediterránea.

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  5. Hola, José:

    Leyendo tu relato, tomando un café y soportando una mañana muy fría... He regresado a mi pueblo recordando el tañido de las campanas que cada mañana espantaban los demonios de la pereza llamando a misa de seis.

    Gracias por deleitarnos con tus bonitos escritos.

    Un abrazo.

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  6. Precioso. Lo comparto en facebook. ¡Enhorabuena!

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  7. Muchas gracias por tu visita y tus palabras, José.
    Saludos cordiales

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  8. Hola Rafael, el otro día di respuesta a tu comentario al post, y ahora compruebo que no ha salido -los demonios de INTERNET-.
    Coincido con tu observación. Mi madre decía que la pereza es uno de los mayores demonios -demonias- porque es el padre de otros muchos.
    Un abrazo

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