El transporte ideal en los campos de España, hasta mediados del siglo pasado, era el carro. Generalmente, eran de solo dos ruedas, pero había modelos que tenían cuatro –en Andalucía se llamaban galeras–. Estos carros eran muy potentes, estaban tirados por un par de mulos, y tenían hasta pescante para el cochero.
El buen carro, bien enejado, armonioso había de “cantar” en su camino, sin estridencias. Siempre bien engrasado. Era un rito. Una cabria manual. Negro y grasiento el unto se tomaba de un gran cuerno hueco. Y con una pluma de cigüeña se aplicaba sobre el eje y dentro del buje. –Del libro “Voces del campo”–
Imágenes y texto de José Del Moral De la Vega
y tampoco podia faltar la espuerta de esparto para llevar el botijo y mantener el agua fresca.
ResponderEliminar¡Ay, el agua fresca del botijo, en el campo! Regalo de dioses era.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, Alcudia de Veo.
Un abrazo
Que lindo José! Cuantas cosas aprendemos con vos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Carla; aunque yo estoy convencido de que en esto de la blogosfera, todos aprendemos de todos.
ResponderEliminarUn abrazo
Concuerdo con Carla, hoy hemos aprendido algo mas.
ResponderEliminarLa imágen es maravillosa, es histórica.