Labradores plantando patatas en Villanueva de la Reina (Jaén, España)
A los labradores con los que me encuentro todas
las mañanas en mi paseo por los meandros del Guadalquivir,
en Villanueva de la Reina (Jaén, España)
La agricultura marca el final del nomadismo de las tribus mesopotámicas y el comienzo de la civilización. Ella ha sido el alfar donde se ha cocido, durante once mil años, lo que somos, y ha influido no solo en los artefactos que nos rodean, sino en lo más sagrado de la estructura humana: en la propia mente. La agricultura es el origen de la cultura, y ésta es el elemento que retroalimenta la corteza cerebral y provoca la cerebrización –justo lo que nos diferencia del resto de los animales-.
Pero en la sociedad de la opulencia, las decisiones son estrictamente económicas, y como es más rentable fabricar modas, formas de ocio, comunicación, baratijas… que plantar patatas, o cultivar olivos, el resultado es la sustitución, lenta, pero paulatina, de unas actividades por otras –En muchos países de la UE el ministerio de agricultura ha sido sustituido por otro de medio ambiente-.
Ahora, al pasar por el campo es frecuente observar que una gran parte de los labradores ya son septuagenarios -los que van quedando-, y al verlos con una azada en la mano lo menos que se experimenta es un sentimiento de ternura.
Parece evidente que para alcanzar mayores cotas de bienestar es necesario abandonar la agricultura, pero las consecuencias no son tan fácilmente predecibles. -¿Estaremos pagando la opulencia, como el Fausto de Goethe, con nuestra alma?-
Figura y texto de José Del Moral De la Vega
Muy interesante tu artículo Jose. Es una pena que se este dejando la agricultura de lado, cuando es lo que nos da de comer...
ResponderEliminarAquí en Argentina pasa al revés, los agricultores son los que trabajan y los que mas le sirve al país por su producción, pero nuestra presidenta, quiere aumentar el dinero de su cuenta y los esta matando... Es tristisimo...
Parece que el campo esta abandonado, en Argentina por los gobernantes y en España por su gente.
Efectivamente, Carla, el tema es muy triste, aunque complejo; y lo peor del caso -al menos en España- es que no vemos soluciones por ninguna parte.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita.
Un abrazo
Como dice Carla, allí por comodidad, aquí por estupidez, pero cada vez hay más gente poblando el mundo y más demanda de alimentos. Será cosa de prestar más atención y ver en lo que el humano se está convirtiendo: un idiota autodestructivo.
ResponderEliminarbuena entrada, amigo José, como siempre.
Saludos!
Hola querido José.
ResponderEliminarEn mi vida, he tenido pocas oportunidades de convivir con los campesinos, pero cuando Dios me ha regalado ese momento, precioso, he experimentado el mismo sentimiento de ternura del que hablas en tu escrito.
Las manos del campesino llevan labrada la historia de la humanidad, y sus corazones, pintan de esperanza las almas de quienes tememos que un día nos alcance el olvido voluntario de la tierra virgen.
Gracias por tus bellas reflexiones, José querido.
Un beso y un abrazo para ti.
Muchas gracias por tu visita, Silvia Beatriz. Seguiremos escribiendo sobre la agricultura; a ver si estos políticos se dan por enterados.
ResponderEliminarUn abrazo
Es una alegría verte por aquí, Angélica Beatriz. Sería encantador mostrarte ese mundo maravilloso.
ResponderEliminarUn abrazo